DIARIOVASCO.COM Y SCOUTS FOULARDS BLANCS, SCOUTS DONOSTIARRAS EN 1964
Antonio Alaminos - Castor Precavido 30/09/2009 16:01:08
LA CALLE DE LA MEMORIA
Las tropas de boy scouts donostiarras
1964. Lo más importante para el boy scout es la "B. A."... y lo más difícil de la Buena Acción que debe hacerse diariamente sin dar cuenta a nadie.
30.09.09
Fuente: Diario Vasco.com y Scouts Foulards Blancs
Donostia
JAVIER SADA
Hacemos una B.A.? Podría ser el objetivo nuestro de cada, dánosle hoy. Porque B.A. no son las siglas de una marca comercial, ni las iniciales de ningún personaje. B.A., tan fácil de decir y escribir, es algo muy difícil de hacer, de hacer una Buena Acción, una Buena Acción cada día.
Qué mejor bandera para quien pretendía desarrollar «el físico, el espíritu y la moral de los jóvenes». La idea, surgida en 1907, tenía que haber nacido en Inglaterra, qué duda cabe, y tener como protagonista a un caballero, a un Sir, Sir Robert Cecil Stepheson Smyth Baden Powel.
El movimiento no tardó demasiado en llegar a San Sebastián y hace cuarenta y cinco años, lo leemos en EL DIARIO VASCO de hoy. Hace esos años, nuestra ciudad contaba con nueve tropas, nueve tropas de boy scouts que se complementaban con las cuatro de Irún, una en Rentería y otra en Tolosa.
EL DIARIO VASCO llamó a dos jefes de tropa, Ignacio Vicente de Vera y Miguel Pascual Uribarrena, para conocer más cosas sobre el movimiento de los scouts en Guipúzcoa y, de entrada, hubo unanimidad en el principio: «Lo más importante para el boy scout es la B. A.... eso sí, sin dar cuenta a nadie». No valía el ser bueno para que te vieran.
Por los citados jerarcas sabemos que cada tropa estaba formada por cuatro patrullas de ocho personas cuyas edades oscilaban entre los 12 y los 17 años. Dependientes del Consejo Diocesano de Acción Católica y con un comisario general, que era Manuel Agud Querol, existía otra rama, llamada la de los Lobatos, que se agrupaban en Manadas de cuatro seisenas los cuales, como aspirantes, tenía entre 7 y 12 años.
Atendiendo a unos reglamentos únicos, cada tropa era autónoma y tenía libertad de acción aunque debía dar cuentas «a sus superiores jerárquicos, a la Delegación Diocesana e incluso a los padres de familia en reuniones periódicas».
Una jornada típica de los scouts comenzaba con la asistencia a Misa y el desplazamiento a un monte donde se montaba el campamento en el que se preparaba la comida o, en su caso, se llevaba cocinada desde casa. Cada boy scout tenía una misión concreta: secretario, tesorero, cocinero enfermero, enlace... y eran importantes las reuniones donde se enseñaba «a penetrar en los secretos de la naturaleza» con pruebas, juegos y competiciones que servían para buscar pistas en la montaña.
A diferencia de lo que ocurre en otros movimientos, en el de los boy scouts donostiarras había un problema: faltaban jefes... todos querían ser soldados rasos.